Un portugués

A pesar de la confusión de fechas y fuentes, podemos dar por buena esta cronología: desde 1120, Dom Afonso Henriques se enfrenta política y militarmente a su madre, Dona Teresa de Leão -regidora del Condado Portucalense, tierras, bestias y hombres que hasta entonces rendían vasallaje al Rey de León sin mayor sobresalto- y resulta más o menos derrotado. Se refugia en Guimarães, ciudad a la que da sitio en 1127 Afonso VII de Leão e Castela, dispuesto a terminar con esos primeros arranques independentistas portugueses.

En ese momento aparece nuestro hombre. Egas Moniz de Ribadouro -antiguo preceptor de Dom Afonso y conocido por ello como o Aio- recibe el encargo de pactar con el primo de éste, el Rey español, garantizando la sumisión a la Corona. Afonso VII considera resuelta la cuestión sin mayor gasto de hombres y levanta el asedio a Guimarães.

Llega 1128; Afonso Henriques renueva su rebeldía contra Dona Teresa y en esta ocasión la vence en la batalla de São Mamede, proclamándose Conde de Portucale. Poco después, traslada su capital a Coimbra y comienza a negociar con Roma la independencia de la Iglesia portuguesa -y su progresiva desvinculación con el rey Afonso VII. En 1137, Dom Afonso Henriques invade Galiza y vence a las tropas galaicoleonesas comandadas por el conde Fernão Peres de Trava. La independencia portuguesa ya no tiene marcha atrás.

Garante de una promesa quebrada, Egas Moniz toma a su familia, viaja a Toledo y, descalzo y con una soga al cuello, se presenta ante Afonso VII y le ofrece su vida y la de los suyos, únicas prendas de que dispone para pagar la deuda de honor. El rey, conmovido, lo manda de vuelta a Portugal.

Cabría ahora llevar a cabo una compleja operación de analogías y similitudes, elaborar una alegoría que sería muy del gusto de Jules Winnifield y su interpretación de Ezequiel 25, 17, y terminar asignando a la palabra del conde portugués el valor de una promesa de Copa de Europa, a Florentino el papel de rey leonés, &c.

Pero no. Con la historia en sí misma creo que es más que suficiente.

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