"Quien no busque bajar
todavía a las sombras estigias que huya, si es sensato,
del barbero
Antíoco. Con cuchillos menos crueles se desgarran los blancos
brazos,
cuando la turba fanática se pone en trance a los ritmos de
la música frigia*; con más
delicadeza diseca Alcón las hernias
estranguladas
y reduce con mano diestra los
huesos fracturados. Que
rape éste a los cínicos sin recursos y los mentones de
los
estoicos, y que libere los cuellos de los caballos de su
crin llena de polvo. Que
desuelle éste al pobre Prometeo al pie
de la roca escítica: reclamará el ave carnicera
a pecho
descubierto; Penteo se refugiará junto a su madre, Orfeo junto a
las
ménades, al simple sonido de las bárbaras armas de Antíoco.
Todas estas cicatrices
que contáis en mi mentón, parecidas a las
que hay en la frente de un viejo pugilista,
no me las ha hecho una
esposa
enojada con sus uñas enfurecidas: es la navaja de
Antíoco y
su mano criminal. De todos los seres vivos, sólo el chivo tiene
inteligencia:
toda su vida con barba, para no sufrir a Antíoco."
*Los sacerdotes de Cibeles y de Belona, en su furor ritual, se herían cruelmente hasta llenar con su sangre el altar de la divinidad, creyendo unirse a ella de esa forma.
Marco Valerio Marcial - Epigramas
No hay comentarios:
Publicar un comentario