Los alegres días de la pretemporada acabaron
bruscamente cuando se cantó el 11 de los inmaculados: Iker no estaba. Carletto
de primeras había traspasado la puerta. El estadio fue indiferente al
melodrama: Diego López fue ovacionado como los demás. El equipo tuvo 3 minutos
de alegría hasta que el Betis sintió a la carcoma en la estructura. Un señor en
el bar dijo que temía más al negro que a la tormenta, y razón tenía: el moreno
se la hizo a ramos -siempre elegante en el desplante- y fue gol. Se sucedieron
las ocasiones verdiblancas, los malos presagios, y en el minuto 20 la gente
pedía la cabeza del gobernador. Los andaluces trabajan la enorme extensión
baldía a la espalda de Cristiano donde sólo Pepe y Diego López guardaban la
casa. Había además un centro del campo confuso, con muchos jugadores de piel
fina, hidalgos que se resisten al trabajo manual y Benzemá, que marcó aunque su
sombra seguía en fuera de juego; seguíamos perdidos, y gracias a Dios, llegó la
segunda parte. No se despertó el animal, ni siquiera intuimos lo que será de
nosotros, pero al Betis empezaron a dictarle las normas de la casa grande.
Marcelo tuvo fé y el madrid se cosió al encuentro. Isco marcó en bonito
escorzo. Se gritó duro. Aún así, fue insuficiente para exorcizar la ansiedad.
La nueva ley está parada; sólo emitió un mensaje: Mourinho tenía razón.
IX: López; Carvajal-Ramos-Pepe-Marcelo; Khedira-Modric-Isco; Ozil-Cristiano-Benzemá
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